jueves, noviembre 02, 2006

Un Yo Acuso Argentino

“Nuestro país vivió una década, la del ‘70, signada por la violencia, por el mesianismo y por la ideología. Una violencia que se inicio con el terrorismo, que no se detuvo siquiera en la democracia que vivimos entre 1973 y 1976, y que desató una represión que hoy estremece. En la historia de todos los pueblos, aun los más cultos, existen épocas duras, oscuras, casi inexplicables. No fuimos ajenos a ese destino, que tantas veces parece alejar a los pueblos de lo digno, de lo justificable. Ese pasado de lucha entre argentinos, de muerte fratricida, nos trae a victimas y victimarios desde el ayer, intercambiando su rol en forma recurrente, según la época, según la óptica, según la opinión dolida de quienes quedaron con las manos vacías por la ausencia irremediable, inexplicable. Esta espiral de violencia creo una crisis sin precedentes en nuestro joven país. Las Fuerzas Armadas, dentro de ellas el Ejército, por quien tengo la responsabilidad de hablar, creyeron erróneamente que el cuerpo social no tenia los anticuerpos necesarios para enfrentar el flagelo y, con la anuencia de muchos, tomo el poder, una vez mas, abandonando el camino de la legitimidad constitucional.”

Las precedentes palabras, fueron pronunciadas por el entonces Comandante en Jefe del Ejército Argentino, el general D. Martín Balza. A través de ellas se desprende que la institución que entonces estaba bajo su comando, durante el período presidencial del doctor Carlos Saúl Menem, pedía perdón a la ciudadanía, por “errores” cometidos por algunos de sus integrantes, durante el lapso del Proceso de Reorganización Nacional. Por cierto que leyendo los términos de esta declaración, traslucía una disculpa de su parte, por haber combatido las Fuerzas Armadas a los subversivos terroristas quienes planteaban la disolución de la Patria. Recordemos que en tal tesitura la clase político manifestó carecer de soluciones…

El siguiente ensayo tiene como único objeto, aclarar un poco mas este árido tema, sin pretensiones ni jurídicas ni históricas ya que es sumamente dificultoso valorar con la precisión y objetividad que se exige dada la peculiaridad de los eventos acontecidos, pero perseguimos el honesto propósito de esclarecer lo acontecido a quienes lo lean, tratando de informar el panorama que se ha vivido en nuestro desgraciado país en las últimas décadas, y logrado ésto, se podrán evaluar con mayor precisión estas manifestaciones de dicho militar y con ello se podrá, asimismo, lograr aclarar tal tema. Creo que se estará entonces en condiciones de poder valorar, si sus dichos encuentran sustento en los eventos históricos, que en ese lapso se han desarrollado en nuestro país, los que aun no se encuentran suficientemente estudiados, en algunos casos por una carga de subjetividad dañina para una valoración justa y en otros casos, por ignorancia de lo sucedido o por error de apreciación de tales eventos.

No dejará de llamar la atención a la ciudadanía, la circunstancia de que no es frecuente que un militar de un ejército victorioso, clame por el perdón por haber triunfado. Perdón por “errores” en la actuación de sus cuadros. Creo que no se discute que existió una guerra y que en la guerra es imposible someter a órganos judiciales lo que acontece en el frente. Sería, como diría el doctor Zaffaroni judicializar la guerra, lo que es imposible. Me apresuro a aclarar que me repugna la guerra y mas este tipo de guerra, no convencional, en la que hubo que enfrentar a un enemigo invisible. No es mi deseo ingresar en una discusión bizantina, referente a si lo que se hizo fue moral o inmoral, justo o injusto, legítimo o ilegítimo. Pero sí creo, con pasión, que la solución al entuerto es una solución política. No hay otra. La historia nos demuestra que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Así lo entendieron en España, donde la mayoría de los ciudadanos estuvieron de acuerdo en deponer la actitud intransigente y en ceder, llegando a acuerdos para edificar la paz.

Creo que la súplica de perdón efectuada por el general Balza, es inoportuna, inmoral, falta de ética y, lo que es peor, no agrega absolutamente nada ya que podría ser tomada como un signo de traición a sus camaradas, muchos de los cuales dieron, lo mas egregio y sagrado que tiene un militar que se honre de ser tal y de sustentar suficiente vocación por la carrera de las armas, su vida por la Patria; este gesto de “arrepentimiento” mancha la memoria de las víctimas del terrorismo subversivo, tanto las civiles como las militares, y por el otro lado, los enemigos de ayer podrían creer, con fundamento, que este militar no sabe lo que dice, o que es un mentiroso y que los remordimientos lo impulsaron a solicitar, a suplicar el perdón, por lo que con ello lo único que hizo fue dejar traslucir el hondo sentimiento de culpa que arrastra. Esta última acepción no hace nada más que erigir en héroes a los villanos de otrora.

Lamentablemente ha quedado sembrada la semilla del odio, pero los surcos no se abrieron durante el Proceso, sino que fueron abiertos por los subversivos en las décadas del 60 y 70, cuando procedieron a intentar a sangre y fuego, el apoderarse del gobierno de nuestro país. Pasados los años, se pretende por parte de ellos, confundir a la opinión pública tratando de convencer a la ciudadanía que, en realidad, no se trató de grupos armados destinados a matar o morir, sino de jóvenes idealistas, patriotas que luchaban en aras de un ideal, imbuidos de patriotismo y de sacrificio personal.

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